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La comida chatarra o basura, como las patatas fritas, los caramelos o los helados, provocan antojos, una característica fundamental de la adicción. Los expertos aseguran que la industria de alimentos ha aplicado lecciones clave de las grandes compañías de tabaco a los alimentos ultraprocesados.
Adicción a los alimentos ultraprocesados: “Siento que comí demasiada comida chatarra”
¿En ocasiones no te ha pasado que te invade la sensación de haber estado arrasando una gran cantidad de comida chatarra, una bolsa de patatas fritas o de haber devorado más donas de la cuenta? Es que cada vez existen más pruebas de que este fenómeno no se debe a la falta de fuerza de voluntad, sino a una afección conocida como adicción a los alimentos ultraprocesados.
La comida chatarra es adictiva para algunas personas debido a que son alimentos que desencadenan el consumo compulsivo, los antojos y otros rasgos vinculados con el trastorno por consumo de alcohol o tabaco. Tanto así que hasta el 20 por ciento de los adultos y el 15 por ciento de los niños y adolescentes presentan signos de adicción a los alimentos ultraprocesados.
La profesora de ciencias psicológicas y del cerebro de la Universidad Drexel (EEUU), Eva Forman, dijo que este tipo de alimentos son elaborados en fábricas industriales y contienen ingredientes alterados y combinados de manera que elevan su contenido en azúcar, grasa y/o sal. Además, en ellos podemos encontrar otros muchos potenciadores de sabor y sensoriales para hacerlos tan apetecibles que las personas no puedan resistirse. Forman ha estudiado la adicción a la comida chatarra.
La comida chatarra es la más consumida en Estados Unidos
Los alimentos ultraprocesados contemplan aperitivos envasados, la mayoría de comidas rápidas, cereales para el desayuno listos para comerlos, panes y postres producidos en masa, productos cárnicos como salchichas, pescado reconstituido, perros calientes, helados y caramelos, además de muchos otros productos envasados que se consiguen en primera fila en los supermercados. Se estima que la comida chatarra representa cerca del 60 por ciento de las calorías consumidas en Estados Unidos.
Forman dijo que no cree que las personas se den cuentan de que muchas veces no están diciendo lo que comen en el sentido en que pensamos del libre albedrío. Y que esta clase de alimentos activan de una manera muy poderosa el sistema de recompensa de nuestro cerebro.
En un encuentro de 3 docenas de expertos internacionales que se reunieron a mediados de mayo pasado en la Conferencia Internacional de Consenso sobre la Adicción a los alimentos, que fue llevada a cabo en Londres (Reino Unido), acordaron que existen “suficientes pruebas” de que la gente puede volverse adicta a los alimentos ultraprocesados y de que esto puede suceder con o sin otros trastornos alimentarios como los atracones.
Los alimentos ultraprocesados activan el intestino y también el cerebro
El conocimiento acerca de que algunos alimentos son capaces de provocar comportamientos adictivos existe desde hace mucho tiempo, desde que investigaciones con ratas en los años 80 demostraron que la actividad del sistema de recompensa de la dopamina en el cerebro de los roedores se incrementaba de manera sustancial cuando pulsaban una palanca para recibir una recompensa alimentaria. Una reacción muy parecida a cuando se autoadministraban cocaína, aunque no tan intensa.
Sin embargo, en los últimos años, con la tasa de obesidad de los estadounidenses volando hasta alcanzar el 42 por ciento, la comunidad científica comenzó a evaluar qué cambios en el ambiente alimentario podrían provocar esta situación, y hallaron algo clave. Y era que ya no se podía ignorar el impacto de la adicción a los alimentos ultraprocesados. De acuerdos con los datos oficiales, en España la tasa de obesidad en población mayor de edad era del 18,7 por ciento en el año 2020.
Por un periodo muy largo los seres humanos dependieron de estar lo suficientemente motivados como para salir de casa en busca de un surtido de alimentos grasos y dulces para sobrevivir, que ahora la evolución recompensa con sustancias químicas que hacen que la gente se sienta bien, como la dopamina.
Logran confundir nuestro cerebro
David Wiss, dietista titulado e investigador de la adicción a la comida en Los Ángeles (EEUU) y participó en la conferencia de Londres de mayo pasado, explicó que en un ambiente alimentario repleto de alimentos ultraprocesados, el cerebro confunde experiencias y sustancias nocivas con experiencias y sustancias que favorecen la supervivencia.
Por su parte, Ashley Gearhardt, investigadora clave en este campo y profesora de psicología de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, dijo que además de las sustancias químicas cerebrales, estudios recientes también implican al microbioma intestinal. Los sujetos corpulentos con adicción a la comida chatarra son más propensos a tener una composición microbiana parecida a la de las personas con otras tendencias adictivas.
Una adicción muy similar a la adicción al tabaco
Gearhardt afirmó que el ansia es una característica fundamental de la adicción, y esta se puede observar con facilidad con los alimentos ultraprocesados. La gente no se desvía de su camino para comprar una cabeza de brócoli, pero sí hay personas capaces de decir: “tenía antojo de de patatas fritas, así que conduje 40 minutos para comprarlas en el supermercado y las comí completas en el propio estacionamiento, a pesar de que tengo diabetes tipo 2”, contó la experta.
Forman explicó que los síntomas de abstinencia son otro componente de la adicción. Un estudio que fue publicado en mayo pasado, del que ella fue coautora, halló pruebas preliminares de síntomas de abstinencia cuando se retiran los alimentos ultraprocesados. Agregó que se serprendió al comprobar hasta qué punto se podía ver el castañeteo de dientes de las ratas o a algunas personas que se quejaban de dolores de cabeza, irritabilidad y fatiga cuando dejaban de ingerir comida chatarra.
Una investigación que fue publicada por Gearhardt en el año 2022, aplicó a la comida ultraprocesada los mismos criterios usados en el informe del Cirujano General de Estados Unidos, de 1988 para determinar si los productos derivados del tabaco eran adictivos. El estudio concluyó que estos alimentos cumplen todos los criterios.
Gearhardt descubrió que la comida ultraprocesada puede desencadenar comportamientos compulsivos. E hizo referencia a estudios en los que ratas obesas ignoraron su comida estándar y se arriesgaron a recibir descargas eléctricas para llegar a chocolates y pasteles producidos de manera industrial. Es lo suficientemente gratificante como para repetir su consumo. Además algunos alimentos ultraprocesados producen efectos que alteran el estado de ánimo, con puntuaciones de “euforia” después de comerlos, parecidos a los producidos luego de una inyección de nicotina en los fumadores.
¿Cómo recuperar el control y no sucumbir ante la comida chatarra?
Algo que desea Gearhardt es que haya una información nutricional clara, con etiquetas de advertencia obligatorias en los productos, como las que se les exigen a las compañías de cigarrillos. Sin embargo, hasta que esto no suceda, los consumidores dependen de ellos mismos y deben tratar de escoger alimentos con la menor cantidad de ingredientes no naturales posible. Además, es fundamental que se detenga la comercialización de esta clase de alimentos entre los niños, agregó la experta.
Su comodidad les otorga una parte de la popularidad con la que cuentan los alimentos ultraprocesados. Estos se pueden adquirir en gasolineras y máquinas expendedoras, y tomar comida chatarra parece inteligente cuando no se tiene tiempo para preparar la cena. Por tal razón Gearhardt sueña con que llegue el día en que los chefs locales repartan semanalmente platos integrales a las personas, subvencionados por las empresas de seguros médicos, que en la actualidad pagan la factura de las enfermedades resultantes.
La forma en la que deben ser tratadas las personas con adicciones alimentarias graves es un asunto abierto. Hay quienes señalan a la eficacia de fármacos con GLP-1 como Ozempic, que, de acuerdo con algunos usuarios, reducen el ansia de consumir comida ultraprocesada.
Las pruebas preliminares de los beneficios de una investigación de la que Wiss es coautora, se deciden por el éxito de un grupo semanal e individual de apoyo psicológico y educativo complementado con un plan de alimentación integral. Wiss aseguro que es un apoyo basado en el supuesto de que se refiere a un trastorno cerebral que requiere una modificación constante del comportamiento, ideas y una comunidad, todo lo que se necesite para apoyar la reconexión del cerebro.