La Tierra, el Sol, los planetas y la Luna y el Sistema Solar en general también poseen grandes cantidades de rocas espaciales, fragmentos que en la mayoría de los casos son restos de la formación de los planetas interiores.
El tiempo de la Tierra, qué edad tiene nuestro planeta
Los cometas y meteoritos son más que rocas extraterrestres. Nos permiten estimar la edad de la Tierra, proporcionan grandes cantidades de agua para la formación de océanos e influyen en el desarrollo y evolución de los organismos, incluidos nosotros, los humanos. La edad de la Tierra. 4.500 millones de años atrás, Theia era un planeta casi igual a Marte en cuánto a su tamaño, este chocó con lo que se entendía como Proto-Tierra. La colisión cambió los componentes del planeta, lo que generó que la Luna se formara. En las primeras decenas de millones de años, donde la tierra casi se derritió.
En este entorno de temperaturas extremas, la formación de minerales y rocas es imposible, por lo que se desconoce la edad exacta de nuestro planeta. Sin embargo, podemos estimarlo conociendo la edad de los meteoritos originales y las rocas más antiguas que podamos encontrar y fechar. Los minerales más antiguos de la Tierra con evidencia precisa, son granos de circón pequeños que se hallan en Australia Occidental.
Sin embargo, también se han datado inclusiones ricas en calcio y aluminio encontradas en meteoritos primitivos, condritas carbonosas, lo que da una edad mayor de 4.567 millones de años, la edad del sistema solar. Entonces, la mejor estimación es que la Tierra se formó hace unos 4,543 millones de años. Componentes básicos del desarrollo de la vida. Una de las teorías más aceptadas sobre el origen de la vida sugiere que compuestos orgánicos simples se originaron en el espacio y llegaron a la Tierra a través de meteoritos y otros cuerpos celestes. Durante el período conocido como bombardeo tardío, que ocurrió hace entre 4.100 y 3.800 millones de años, se produjeron muchas colisiones. La superficie de la Tierra en ese momento era parcialmente sólida.
Componentes fundamentales para el desarrollo de la vida en la Tierra
El bombardeo liberó aminoácidos, hidrocarburos y otras moléculas basadas en carbono en condritas carbonosas, meteoritos primitivos que quedaron del Sistema Solar primitivo y cometas.
Conforme a ciertas hipótesis, cuando la Tierra primitiva se llenó de las moléculas orgánicas, inició la evolución química y finalmente comenzó la vida. Los inicios de vida son los microorganismos, que aparecieron hace 3.800 millones de años atrás.
¿Cómo se forma el océano? Durante el reciente intenso bombardeo también llegó una gran cantidad de agua extraterrestre.
Todo indica que los meteoritos y cometas jugaron un papel decisivo en la formación de los océanos y la atmósfera terrestre. A su vez, durante el Eón Hadich, desde la formación de la Tierra hasta hace unos 4 mil millones de años, los volcanes liberaron gases de las entrañas del planeta. El metano, el azufre, el dióxido de carbono, el nitrógeno y el vapor de agua fueron elementos que conformaban la atmósfera primaria. Y cayó la primera lluvia. Esto ocurrió cuando la temperatura en la superficie de la Tierra cayó por debajo del punto de ebullición del agua, lo que permitió que se formaran océanos primordiales.
Puesto que, el agua que consumimos hoy en día es una pequeña parte del origen extraterrestre. Hablemos de criaturas que han desaparecido. La evidencia geológica muestra el innegable impacto de los meteoritos en la existencia y evolución de la vida en nuestro planeta. La extinción de los dinosaurios fue un suceso producido hace 66 millones de años. Su desaparición estuvo relacionada con el impacto de un meteorito que creó el cráter Chicxulub, el segundo impacto más grande conocido en la Tierra, enterrado en las profundidades de México. Por el contrario, se cree que la extinción del Devónico tardío.
La corteza terrestre y el núcleo profundo.
Que ocurrió hace entre 380 y 360 millones de años, fue causada por múltiples influencias, como el cráter Álamo en Estados Unidos, Siljan en Suecia y Woodley en Australia, que transformaron clima, desoxigenación del océano y actividad volcánica.
La corteza terrestre y el núcleo profundo. Contamos con acceso a muestras de rocas del manto superior y corteza terrestre, aunque no se pueden obtener muestras exactas del manto profundo o del núcleo sólido. Pero podemos descubrir qué hay en las profundidades examinando palasitas y meteoritos metálicos, las rocas de asteroides individuales que, como la Tierra, tienen mantos y núcleos.
La palasita es rara y contiene cristales de olivino, silicato de magnesio y hierro, cementados con una aleación de níquel y hierro. Estas rocas se forman en el límite entre el manto y el núcleo de cada asteroide. Los meteoritos metálicos o de hierro están compuestos principalmente por aleaciones de hierro y níquel como la kamacita y la taenita. Se trata de fragmentos de núcleos de asteroides, rocas que corresponden al núcleo de nuestro planeta.
Grandes minas de oro y níquel. El impacto de los meteoritos antiguos tuvieron un impacto indirecto y duradero en nuestra sociedad al afectar la disponibilidad de oro y níquel. Las rocas de Witwatersrand en Sudáfrica poseen las mayores reservas de oro del mundo.
Esta riqueza no habría sido posible sin el impacto de Vredefort, que creó el cráter de meteorito más grande conocido en la Tierra, que se formó hace unos 2.023 millones de años. El impacto protegió estos depósitos de oro de la erosión al cubrir el área con emisiones, oscureciendo las capas mineralizadas debajo de ellos. El tercer cráter de magnitud más grande conocido en la Tierra, es la Cuenca de Sudbury en Canadá, la cual fue formada hace casi 1.850 millones de años.
Impacto en la corteza terrestre
La cuenca contiene enormes depósitos de níquel porque el impacto rompió la corteza terrestre, derritiéndola parcialmente y provocando que el magma se elevara desde el manto. Lo que conlleva una acumulación de cobre, níquel, platino, paladio y otros elementos formando una de las regiones mineras más ricas del mundo.
Francisco José Testa es Profesor de Ciencias de la Tierra, Mineralogía, Petrología y Geoquímica en la Universidad de Tasmania, Australia. El autor expresa su agradecimiento al profesor asociado. Noel K. White, Universidad de Tasmania, por sus útiles comentarios sobre este artículo.