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El diamante azul actualmente puede tener diferentes significados, todo depende del contexto en el que se trate; para muchos simboliza la promesa de amor eterno, para otros representa riqueza y para unos cuantos más hace referencia al poder.
Sin embargo, en el pasado se les asignaba una connotación un poco más profunda; pues se tenía la creencia de que al utilizarlo el individuo automáticamente adquiría fortaleza y protección; lo que le permitía mantenerse a salvo de cualquier mal o enemigo, e incluso le servía para combatir las pesadillas.
Un ejemplo de ello se puede apreciar en el ‘Sutra del diamante’, un majaiana que data del año 868 d.C. que apunta que el diamante es el material con el cual es posible atravesar la ilusión mundana para dar claridad a lo que es real y eterno.
Por su parte, los antiguos griegos decidieron irse por el camino de la poesía al defender su creencia de que los diamantes representaban las lagrimas lloradas por los dioses; y que también hacían alusión a los fragmentos de estrellas caídas.
El diamante y su asombrosa composición
No cabe dudas de que los diamantes son piezas excepcionales, partiendo desde su estructura; ya que están hechos de carbono, uno de los elementos más importantes para la vida misma. Estas piedras se caracterizan por ser increíblemente duras, considerando que son capaces de soportar la suficiente presión como para recrear las condiciones extremas en las que se crearon originalmente; pero lo más sorprendente de sus propiedades es que al ser sometidos a la combinación adecuada de calor y oxigeno pueden llegar a desaparecer en una simple bocanada de CO2.
Otra de sus impresionantes características, además de su precioso brillo y de ser el material más rígido, es que el diamante es considerado con el mejor conductor térmico con una expansión térmica absurdamente baja.
En cuando a sus propiedades químicas, el diamante permanece inerte a la gran mayoría de ácidos y álcalis y pertenece a uno de los materiales cuya afinidad electrónica es negativa; sin mencionar que se torna transparente desde los rayos UV profundos hasta los visibles.
Los diamantes son muy selectivos en su proceso de creación, puesto que se forman bajo condiciones naturales en muy pocas zonas de la Tierra; como lo son las profundidades de los cratones continentales o en eventos como el impacto de un meteorito. Una vez que se han formado, llegan a la superficie terrestre de una forma explosiva con la erupción de un volcán; transportándose en el magma.
Tipos de diamantes
Aunque muchos pudieran pensar que los diamantes son solo piedras transparentes, la realidad es que pueden presentarse en diferentes tonalidades y colores; a estos se les conoce como diamantes de fantasía y pueden clasificarse en diamante naranja, amarillo, violeta, rojo, verde y diamante azul; siendo estos últimos tres los más raros.
Una vez que se forman, poseen la capacidad para contener y resguardar cualquier mineral contenido dentro de sus estructuras cristalinas. Esta característica especial les permite a los científicos tener una muestra de la mineralogía del manto; dándoles la oportunidad de estudiar cómo son las condiciones a kilómetros de profundidad de la superficie terrestre; y es en este aspecto en el que el diamante azul destaca sobre el resto.
El diamante azul como una preciada pieza de estudio
Por lo general, los diamantes tienden a formarse a razón de 150 kilómetros por debajo de la Tierra; más, sin embargo, los diamantes azules lo hacen hasta cuatro veces más profundo que los demás. Tal hecho fue descubierto apenas en el 2018.
De acuerdo con lo explicado por el geólogo del Instituto Gemológico de América y autor principal principal del estudio que dio paso a este descubrimiento, Evan Smith, los diamantes azules son piedras preciosas extremadamente costosas, factor que dificulta el poder acceder a ellas con propósitos de investigación científica.
Estas piezas también tienden a ser muy puras; lo que quiere decir que, no suelen tener fragmentos de otros materiales que no sean propios del diamante, como minerales que se encuentran a sus alrededores cuando se están formando.
No obstante, durante el estudio se lograron identificar y analizar 46 diamantes azules con inclusiones; lo que los llevó a determinar que su origen se hallaba entre los 410 y los 660 kilómetros de profundidad; incluso hubo algunas muestras que dieron una clara evidencia de que provenían de más de 660 kilómetros; dato que les permitió a los expertos concluir que se originaron en el manto inferior de la Tierra.
Esta sorprendente hazaña convierte al diamante azul en una especie de capsula del tiempo con información sumamente valiosa que es casi imposible de hallar. Según el curador de las Salas de Gemas y Minerales del Museo Americano de Historia Natural en Nueva York, el geólogo George Harlow, nosotros los humanos no podemos llegar al interior de la Tierra por nuestros propios medios; sin embargo, nuestros aliados los diamantes azules no sólo se forman allá; sino que en ocasiones pueden encapsular lo que sea que este cerca de ellos; factor que les permite realizar estudios científicos para comprender más sobre el comportamiento de nuestro planeta.
El misterio del diamante azul
Durante gran parte de la historia los diamantes azules fueron considerados como un misterio; pues no se conocía casi nada sobre ellos, ni siquiera se sabía a qué se debía su color. No obstante, tras posteriores estudios se determinó que el diamante poseía una tonalidad azul a causa de las trazas de boro que contenían; un elemento químico metaloide con capacidad para introducirse en la estructura de la red cristalina del diamante durante su etapa de crecimiento. Sin embargo, luego de haber develado el misterio de su color, surgió otra interrogante.
Si los diamantes azules nacen en el manto de la Tierra ¿Cómo se explica que contengan boro en su estructura si este elemento se concentra en la corteza terrestre? La respuesta a este curioso enigma, traería más pistas sobre las profundidades del planeta.
Acorde a la hipótesis propuesta por el equipo de investigación a cargo del geólogo Smith, el boro surgió del lecho marino y fue enviado hacia el manto de la Tierra cuando una de las placas tectónicas se deslizó por debajo de la otra en un proceso de subducción.
Este evento hizo que el boro se incorporase a minerales ricos en agua, llegando a extenderse en las profundidades del fondo del mar; e incluso en una porción del manto de la placa oceánica. Al descubrir que las trazas de boro se encuentran presentes en los diamantes que se forman a una considerable distancia de la superficie terrestre da a conocer que aquellos minerales que contienen agua son capaces de viajar mucho más profundo en el manto de lo que se estimaba. Lo que pudiera aumentar la posibilidad de un ciclo hidrológico súper profundo.