La gente comparte sus preferencias olfativas independientemente del lugar de origen y de la cultura. De acuerdo con un estudio que asegura que el olor de la vainilla es considerado como el más agradable en todo el mundo.
En el estudio se eligieron 9 culturas distintas no occidentales con diferentes estilos de vida
Los resultados de la investigación fueron publicados en la revista “Current Biology”. El objetivo buscado por el estudio fue comprobar si las personas de diferentes partes del mundo presentan la misma percepción olfativa y prefieren los mismos tipos de olores; o si, por el contrario, se trata de un gusto aprendido.
Arlin Arshamian, investigador del departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska; resume a través de un comunicado; que tradicionalmente se ha observado como algo cultural, aunque se puede demostrar que la cultura tiene algo que ver con ello.
Arshamian, resaltó que las culturas de todo el mundo clasifican los diferentes olores de manera similar; sin que influya necesariamente su procedencia. Además, las preferencias por los olores encierran un componente personal, no cultural. Más bien, la preferencia personal puede proceder del aprendizaje, aunque también podría deberse a la composición genética de cada individuo, aseguró el investigador.
Para alcanzar sus conclusiones, el equipo eligió 9 culturas diferentes no occidentales que representaban diversos estilos de vida; entre ellos estaban 4 grupos de cazadores-recolectores y 5 grupos con distintas maneras de implementar la agricultura y la pesca. Varios de estos grupos no tienen o casi no tienen contacto con los productos alimenticios o domésticos de Occidente.
En el estudio participaron grupos de América Latina y del Sudeste de Asia
El investigador explicó que como estos grupos de personas habitan en ambientes odoríferos tan diversos, como la costa, la selva, la ciudad y la montaña; lograron captar varios tipos distintos de “experiencias olorosas”. La participación total fue de 225 personas, pertenecientes a diferentes países del Sudeste de Asia y de América Latina; a quienes se les solicitó que clasificaran los olores en una escala que iba de agradable a desagradable.
En los resultados del estudio se observaron algunas variaciones entre ellos dentro de cada grupo; sin embargo, una correspondencia global acerca de qué olores son agradables y desagradable. Muy diferente a lo que se esperaba, la cultura solamente se vinculó con el 6 % de la variación en las clasificaciones de agradabilidad.
Prefiero el olor de la vainilla
Entre la lista de olores que los participantes tenían que clasificar, se encontraba el olor de la vainilla; que era el aroma que mejor olía de todos. Le seguía el olor del butirato de etilo, el cual huele a melocotón.
El olor que la gran mayoría de los individuos considera menos agradable, fue el olor del ácido isovalérico. El cual se encuentra presente en muchos alimentos como la leche de soja, en el queso y en zumo de manzana; aunque también está presente en el sudor de los pies de las personas.
Los olores usados en el estudio, fueron seleccionados con base a una investigación anterior llevada a cabo con habitantes de la parte urbana de Nueva York; donde fue valorado el carácter agradable de 476 moléculas distintas.
De acuerdo con Arshamian, una probable causa por la que las personas consideran ciertos olores más agradables que otros, de manera independiente al aspecto cultural; es que dichos olores elevaron las posibilidades de supervivencia durante la evolución humana.
¿Por qué preferimos el olor de la vainilla?
Arshamian también aseguró que a partir de ahora ya se conoce que hay una percepción universal de los olores que está regida por la estructura molecular; y que, además explica el por qué nos gusta o nos desagrada un determinado olor. Para el equipo de investigación, el paso que sigue a continuación, es estudiar el por qué esto se da de esta manera; y relacionando este conocimiento a lo que pasa en el cerebro cuando la persona siente un olor en concreto, como el olor de la vainilla, por ejemplo.
Esta investigación pudo llevarse a cabo gracias a una red internacional de científicos formada, además por investigadores del Instituto Karolinska, de la Universidad de Lund y la Universidad de Estocolmo; también por la Universidad de Oxoford y el University College London en Reino Unido, el Monell Chemical Senses Center, la Universidad Estatal de Arizona y la Universidad de Pensilvanis. Al igual que expertos de la Universidad de San Francisco de Quito, de la Universidad Autónoma de México y la Universidad de Melbourne en Australia.