Cada vez es más frecuente que muchos de los alimentos sean elaborados para crear una rica adicción a la comida. Pero los científicos aseguran que esta tendencia tiene consecuencias muy desfavorables para la salud de las personas a largo plazo.
No solo hacia el alcohol y el tabaco, también existe adicción a la comida
Se suele pensar en el alcohol y en el tabaco cuando se habla de adicciones, pero existe otra compulsión que afecta al catorce por ciento de los adultos y hasta al doce por ciento de los niños; se trata de la adicción a la comida.
Los alimentos indulgentes que seducen con abundante grasa y azúcar pueden parecer imposibles de evitar, aún más durante celebraciones y fiestas. Los científicos aseguran que es más que una sensación. Se está hablando de medio siglo de tendencias alimentarias que han construido un entorno en el que más del 50 % de los alimentos que ingieren los adultos de los Estados Unidos son ultra procesados, y con frecuencia optimizados para golpear los sensores de azúcar y grasa del organismo y liberar dopamina.
Mientras que en España, el número de ultra pesados que consume esa población es de, por lo menos, el 20 por ciento del total de alimentos (una cantidad mayor que la consumida en Francia o en Portugal).
La comida ultra procesada se aprovecha de la biología humana para que las personas continúen buscando más.
Ashley Gearherdt, quien es profesora asociada de psicología en la Universidad de Michigan (EEUU) y miembro de un grupo de investigación que ha estado evaluando los últimos números de la prevalencia de la adicción a la comida en marzo del año pasado; dijo que, la gente no se da cuenta de que estos alimentos en realidad están matando a las personas al mismo tiempo que lo combinan con el alcohol y el tabaco, lo que conlleva a una muerte segura.
Los científicos están reescribiendo lo que ya se sabe acerca de la adicción a la comida y están planteando nuevas preguntas acerca de lo que se puede hacer para frenarla y salvar vidas.
La adicción a la comida se desarrolla en el cerebro
La comida afecta al cerebro de las personas de varias y complejas formas, y una respuesta muy importante es la liberación de dopamina, un neurotransmisor. Del mismo modo que las drogas adictivas, la ingesta de alimentos libera dopamina. Al contrario de lo que se cree popularmente, la dopamina no aumenta el placer. Su acción consiste en animar a repetir comportamientos que le ayudan a la persona a sobrevivir, como comer alimentos nutritivos y reproducirse. Cuanta mayor cantidad de dopamina es liberada, más probable es que se repita ese comportamiento.
En el momento en que se ingiere azúcar y grasa, los sensores de la boca mandan una señal para liberar dopamina en el cuerpo estriado, una sección del cerebro vinculada al comportamiento gratificante y al movimiento. Sin embargo, ese proceso sensorial en la boca es solo una parte de la historia, señaló la profesora adjunta del Instituto de Investigación Biomédica Fralin de Virginia Tech(EEUU), Alexandra DiFeliceantonio.
La relación entre el intestino y el cerebro
Además existe un sensor secundario localizado en el intestino, encargado de registrar el azúcar y la grasa y envíar señales al cerebro para que este libere dopamina en la misma zona, agregó DiFeliceantonio.
A pesar de que los científicos todavía están investigando cómo se transmiten con exactitud la presencia de azúcar del intestino al cerebro, la manera en que la grasa se transmite del intestino al cerebro sí está bastante documentada. Al detectarse grasa en la sección superior del intestino, el mensaje recorre el nervio vago por medio del rombencéfalo hasta llegar al cuerpo estriado.
Una investigación halló que el azúcar elevaba los niveles de dopamina entre un 135 por ciento y un 140 por ciento. Mientras que la grasa aumentaba un 160 por ciento en otra investigación, aunque demora más en hacer efecto.
La evolución de los alimentos para aumentar la adicción a la comida
A medida que se aprende más acerca de cómo afectan los alimentos al cerebro humano, cada vez se elaboran más para que resulten verdaderamente irresistibles. El organismo está inundado de alimentos que tienen mayores concentraciones de ciertos nutrientes, como el azúcar y la grasa, y más combinaciones que nunca antes. Todo lo cual es combinado con propiedades sensoriales que hacen que comer sea cada vez más agradable.
Históricamente los humanos han elaborado las comidas con alimentos integrales. Como por ejemplo, las cortezas de las tartas se hacían con harina y mantequilla. Ahora, los alimentos procesados de manera industrial están compuestos por sustancias extraídas de los alimentos, como grasas hidrogenadas y almidones. Aditivos como los emulgentes, los aromas artificiales y los estabilizantes hacen que los alimentos sean más apetecibles, aunque al final sea en nuestro propio detrimento.
Científicos como DiFeliceantonio piensan que se debe distinguir entre los alimentos muy procesados y los que son elaborados desde cero. Estar consciente de esas diferencias representa el primer paso para evitar una serie de problemas de salud asociados con la dieta.
DiFeliceantonio afirmó que, la gente lleva mucho tiempo comiendo versiones caseras de galletas, pasteles y pizzas. Sin embargo, no ha sido hasta el incremento de la producción de alimentos ultrapesados que comenzó en la década de 1980 cuando se vio este aumento de la mortalidad y las enfermedades asociadas con la dieta.
Los expertos aseguraron que los alimentos altamente procesados pueden ser considerados clínicamente adictivos. Mientras más rápido afecte algo al cerebro, más adictiva será dicha sustancia, según lo que se conoce como la hipótesis de la velocidad. Muchas comidas procesadas son en esencia predigeridas para poder maximizar la velocidad de liberación de dopamina.
Fuerzas psicológicas y sociales
De la ecuación sería imposible excluir las fuerzas psicológicas y sociales. La comida procesada ha sido accesible, asequible y se ha publicitado de manera agresiva durante generaciones.
Esa tormenta perfecta es responsable de haber creado generaciones de personas que conocen que los alimentos procesados no son sanos, pero continúan sintiéndose atraídas de forma compulsiva por ellos.
Gearhardt dijo que, las señales que envuelven a esta clase de alimentos comienzan a cobrar vida propia. En el momento en que se ve un anuncio de comida rápida o una máquina expendedora, eso tiene tanto impulso y poder para la gente que hasta si no se tiene apetito, o hasta si el médico te acaba de decir que sufres de diabetes, es posible que desees tomar este tipo de alimentos que se sabe que no son buenos para la salud.
Los alimentos procesados están por todos lados. Se está constantemente a la defensiva contra el anuncio nocturno de pizza, y los donuts en la reunión de la mañana, agregó el experto.
Qué más esperar sobre los alimentos ultraprocesados
En las últimas décadas los científicos han comenzado a plantearse nuevas interrogantes acerca de la adicción a la comida, debido a que varias de sus primeras hipótesis se han demostrado falsas.
Un ejemplo de ello, es la tolerancia y el síndrome de abstinencia. Antiguamente eran considerados elementos básicos de la adicción. En el pasado se pensaba que la gente con adicción a la comida continuaba comiendo compulsivamente para evitar el síndrome de abstinencia, las malas repercusiones mentales y físicas que aparecen cuando alguien disminuye o deja de ingerir una sustancia.
DiFeliceantonio aseguró que, realmente eso no es cierto. Y que la mayoría de las teorías acerca de la drogadicción tienen mucho más relación con el consumo habitual, o con un ansia intensa. Justamente es eso lo que mantiene el consumo de drogas.
En relación a la solución a la adicción a los alimentos ultraprocesados, Gearhardt dijo que, la respuesta está bastante clara. Sin embargo, no es nada fácil. Nos podemos fijar en los grandes cambios sociales que fueron impuestos para poder limitar el consumo de tabaco (provocar que los cigarrillos sean menos asequibles y de este modo se comercializaran menos) y entonces también hacer lo propio con los alimentos adictivos.
Además existen otras maneras de luchar contra la adicción a la comida. Gearhardt dijo que, no nos debemos odiar por no poder evitar los alimentos ultraprocesados, ya que no es nada fácil. Eso sería usar nuestra biología en nuestra contra. Y agregó que, se debe aprender qué nos hace recurrir a esta clase de comida, ya sean ciertos lugares, algunas emociones o hasta un momento del día. Se debe intentar estar consciente de ello para poder prepararse para tener maneras alternativas de afrontarlo. O diseñar estrategias en esos momentos de tentación, finalizó Gearhardt.