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En el siglo XVIII, la viruela era considerada como una de las enfermedades más peligrosas a los que se enfrentaba la sociedad de ese entonces. Sin embargo, un médico rural logró encontrar la solución ante la expansión de la enfermedad, utilizando a niños como vacunas.
De acuerdo a registros antiguos, el posible origen de esta enfermedad se dio en el norte de África. No obstante, su propagación como tal se llevó a cabo debido a los constantes viajes y el crecimiento de la población mundial; logrando que la viruela se expandiese con rapidez en muchos países; siendo Europa el principal continente en sufrir las graves consecuencias de esta devastadora enfermedad, pues en ese momento las ciudades se encontraban en pleno crecimiento.
Durante varios siglos la “variola virus” (nombre científico de la enfermedad), afectó significativamente a poblaciones enteras; llegando a matar hasta un tercio de los enfermos que padecían de ella. Mientras que el resto de sobrevivientes quedaban con profundas cicatrices en la piel e incluso sufrían desfiguraciones irreversibles.
Lo mismo sucedió en la época de colonización de América, ya que la viruela logró acabar con muchas comunidades indígenas que no gozaban de suficientes defensas naturales como para superar la enfermedad.
Métodos contra la viruela
En vista de esta terrible situación las personas comenzaron a buscar diferentes métodos de protección que le ayudaran a luchar contra el amenazante virus.
Uno de los mecanismos que utilizaron fue la variolización. Una técnica que consistía en infectar a un individuo sano con una pequeña dosis del virus, proveniente de otro paciente, de manera que la persona se enfermase levemente y quedase inmune al virus.
Sin embargo, tal práctica no era del todo efectiva, pues muchas veces la persona infectada a propósito enfermaba gravemente, llegando a morir. Razón por la cual dejaron de implementarla como método de protección.
Conforme pasaba el tiempo, doctores fueron estudiando diferentes posibilidades que les permitieran llegar a una solución más segura. Hasta que en el año 1796 un medico rural de Inglaterra llamado Edward Jenner, dio con una posible solución.
La vacuna
Mientras hacía sus prácticas, el doctor Jenner, se dio cuenta que las mujeres que ordenaban vacas, eran capaces de contraer una cepa de la enfermedad que no era mortal.
Fue entonces cuando Jenner extrajo una muestra de la mano de una ordenadora, con el propósito de inocular a un paciente como una primera vacuna. En este caso, el individuo estudiado fue un niño de ocho años de edad.
El niño logró contraer la cepa de viruela bovina, más no la humana, que era la letal, quedando inmunizado por completo. Con este experimento Edward no solo pudo comprobar que era posible inmunizar a personas de la viruela humana; sino que también su método podía transmitirse de humano a humano como una especie de vacuna efectiva.
Con tal descubrimiento existía la posibilidad de llevar la vacuna hacia otros países. Fue entonces cuando el método de la vacuna comenzó a implementarse por Europa, permaneciendo allí durante años, donde la cercanía entre países jugaba un factor clave para su transporte.
A pesar de que esta práctica obtenía resultados favorables en los pacientes, también tenía un contratiempo importante y era que únicamente funcionaba mientras el virus permaneciese activo. En este sentido, la vacuna tenía una duración limitada de 12 días; fuera de ese lapso de tiempo la inoculación pasaba a ser inefectiva.
Limitaciones del método contra la viruela
En vista de que en el siglo XVIII no se contaba con métodos de transporte eficientes, ni mucho menos con refrigeración; el hecho de trasladar una vacuna de Europa y cruzar el océano Atlántico se consideraba una tarea casi imposible.
Sin embargo, contra todo pronóstico el rey Carlos VI de España dio la orden de emprender una nueva expedición con el objetivo de llevar la vacuna al continente americano, a cargo del doctor Balmis.
Desarrollo de la expedición
La tripulación zarpó desde Galicia, donde iban a bordo 22 niños con edades comprendidas entre los 3 y los 9 años. Tales niños eran sanos, es decir, no habían contraído viruela.
El proceso de inoculación comenzó cuando infectaron a dos de estos niños. Luego de haber transcurrido 10 días, fueron tomando muestras de las pústulas de los infectados e infectaban a dos niños más, hasta que llegaron a América con el suero fresco.
El primer puerto donde zarparon fue en La Guaira, Venezuela. Lugar donde se dividió la expedición.
José Salvany y Lleopart, miembro de la misión partió rumbo a otros países de Sudamérica; mientras que Balmis se dirigió a Caracas para fundar la Junta Central de la Vacuna; y posteriormente partió hacia a México.
El recorrido continuó de Acapulco a Filipinas, donde se reclutaron a otros 26 niños para completar la misión impuesta por el rey Carlos VI.
Fue así como la propagación de la viruela fue disminuyendo gradualmente. Siendo los niños la clave del éxito.