Investigaciones demuestran que tener un pensamiento positivo y mantenerse optimista ante el envejecimiento, puede resultar tan beneficioso para la salud como hacer actividad física regular o comer sano.
Vida social y pensamiento positivo
Luego de que falleció mi padre, mi mamá, Dorothy de casi 80 años, se inscribió en un centro comunitario con piscina y comenzó a nadar varias veces por semana. Conoció mucha gente, le informaron sobre los programas y servicios locales para personas mayores, fue cuando descubrió un centro para gente de la tercera edad que continúa siendo hoy día su sitio de reunión después de 18 años.
En ese lugar sirven comida caliente por tan solo un dólar. Dorothy baila cuando se presenta un DJ que los visita frecuentemente. Ha hecho una gran cantidad de amigos, entre ellos un grupo de mujeres que se encuentran todos los sábados para comer en un restaurante que sirve grandes raciones de café gratis. Con frecuencia digo que mi madre tiene mejor vida social que yo.
Los científicos desde hace mucho tiempo saben que la gente con fuertes lazos con familiares y amigos tienden a tener una vida más larga. Un equipo de la Universidad Brigham Young (EEUU), analizó los resultados de 148 trabajos que se remontan a 1.900 y que estudian si las relaciones sólidas son un salvavidas.
En total, los trabajos incluyen 308.849 participantes y llevaron a cabo un seguimiento de los sujetos durante una media de 7,5 años. Al término de ese tiempo, los individuos con fuertes vínculos sociales tenían un cincuenta por ciento más de probabilidades de continuar vivos que los que estaban aislados y solos.
De acuerdo con el análisis, una vida social satisfactoria trae tantos beneficios para la supervivencia a largo plazo como dejar de fumar (como lo hizo Dorothy luego de 40 años de fumadora). Y puede ser hasta más crucial que hacer ejercicio y superar la obesidad.
Mejor vida social para amortiguar el estrés
Las conexiones sociales pueden influir directamente en la salud de la persona por medio de lo que los científicos llaman amortiguación del estrés. El apoyo de la gente nos ayuda a adaptarnos emocionalmente a la muerte de un ser querido, a la enfermedad u otros retos que con frecuencia se acumulan a medida que vamos envejeciendo. Por otro lado, sobrellevar mejor la situación alivia el flujo de hormonas inducidas por el estrés que debilitan el sistema inmunitario de la persona e incrementan la susceptibilidad a infecciones fatales, accidentes cerebrovasculares y cardiopatías.
Las relaciones sólidas además animan a que la persona se cuide mejor y pueda proporcionar un sentido de propósito, otro elemento relacionado con una vida más larga.
En esta clase de estudios, obviamente, es bastante difícil establecer la relación causa-efecto. Es pertinente preguntarse: ¿mantiene el compromiso social la salud de la persona mayor o es la buena salud el factor que le da a la gente el entusiasmo y el deseo de pasar tiempo con los amigos?
En cualquier caso, los editores señalan por medio de una nota que acompaña al análisis hecho por Brigham Young, que los médicos y otros profesionales de la salud le deberían dar tanta importancia a las relaciones sociales como a otros factores de riesgo que afectan a la mortalidad.
Otro elemento: las creencias
La profesora de epidemiología y psicología de la Universidad de Yale (EEUU), Becca Levy; señaló que, otra influencia en la longevidad saludable son las creencias sobre el envejecimiento. Levy publicó decenas de estudios que evidencian que pensar en la vejez como un momento para disfrutar o, por el contrario, como algo que temer, influye poderosamente en lo bien o en lo mal que nos va a medida que nos vamos acercando a la vejez.
La catedrática comenzó a interesarse cuando era estudiante de posgrado y visitaba a Japón, por los efectos sobre la salud que provocan las creencias acerca del envejecimiento, y sobre cómo los valores y estereotipos culturales sobre la gente mayor conforman nuestras actitudes personales.
Japón tiene una de las esperanzas de vida más altas en todo el mundo. Por mucho tiempo, los expertos se lo atribuyeron a los genes y a la dieta; sin embargo, Levy se cuestionó si había algo menos obvio en juego.
Sus ideas acerca del envejecimiento fueron reforzadas en el momento en conoció la celebración japonesa “Keiro No Hi” (que significa Día del Respeto a los Mayores). La gente mayor ese día llena los parques y cenan gratis en los restaurantes. Además, los niños de las escuelas reparten comida a los viejitos que no pueden salir de casa. Allá las personas mayores inspiran respeto, y hasta reverencia. No se le deja a un lado ni se les ridiculiza como nombres peyorativos.
Levy recordó que, lo verdaderamente le llamó más su atención fue lo diferente que la cultura japonesa parecía tratar a sus miembros de mayor edad, muy distinto a la discriminación por razones de edad que estaba acostumbrada a ver en su país (Estados Unidos).
Pensamiento positivo sobre la vejez
La investigadora descubrió que las personas con edades de entre 30 y 40 años que tenían un pensamiento positivo sobre la vejez tenían más probabilidades de gozar de buena salud años más tarde. En otro trabajo, logró demostrar que los adultos de 50 años o más que tenían una visión optimista de la vejez eran mucho más capaces de llevar a cabo tareas cotidianas durante los próximos 18 años que sus compañeros que veían la vejez de manera sombría.
Los adultos mayores que tenían un pensamiento positivo sobre la edad al comienzo de unas de las investigaciones de Levy, también tenían muchas más probabilidades de recuperar de manera plena la funcionalidad luego de una nueva lesión incapacitante.
Además, Levy sugirió que las percepciones color de rosa sobre la vejez ofrecen protección contra el deterioro cognitivo, hasta en adultos genéticamente susceptibles. La investigadora y su equipo estudiaron a personas portadoras del gen APOE ε4, que incrementa el riesgo de sufrir Alzheimer. Cuando comenzó el proyecto, todos sus individuos no padecían demencia.
Los participantes que mantenían una visión optimista del envejecimiento eran un 47 por ciento menos propensos a desarrollar demencia que los portadores de APOE ε4 que tenían nociones sombrías de la vejez.
El pesimismo y el Alzheimer
En otro trabajo, la profesora halló que las personas relativamente jóvenes, sanas y en buena forma cognitiva que no veían nada prometedor en llegar a la vejez tenían muchas más probabilidades de terminar desarrollando placas y ovillos en el cerebro (características patológicas del Alzheimer).
Además sus hipocampos (estructuras cerebrales curvas fundamentales para la memoria) se reducían 3 veces más rápido. Pero lo más sorprendente es que la investigadora halló que los participantes con una visión más brillante de la vejez vivían una media de 7 años y medio más que las personas que tenían una visión más sombría sobre el envejecimiento.
Si alguien se pregunta cómo ejerce el pensamiento positivo tal poder. En principio, de acuerdo con Levy, las personas con una creencia positiva sobre la vejez tienden a tener una mayor autoeficacia y autodominio. Lo que significa que tienen la capacidad de tomar las riendas de su vida y regular sus impulsos.
Por otro lado, acostumbran a comer bien, tomar sus medicamentos prescritos y hacer ejercicios. Presentan niveles más bajos de la hormona cortisol y de otros biomarcadores del estrés.
Al respecto Levy aseguró que, lo importante de las ideas sobre la edad es que son maleables.