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Si bien, los seres humanos a menudo matamos animales mayormente por conveniencia, ya sea para actividades agrícolas o para experimentos de laboratorio; lo cierto es que existe otra razón por la cual algunas veces matamos a las arañas sin tener piedad.
Esta terrible acción se vuelve aún más inquietante si se tiene en cuenta que las arañas y los humanos somos más parecidos de lo que creemos. Pese a que nuestros caminos evolutivos fueron separados hace más de 530 millones de años, es un hecho que aún compartimos muchas partes del cuerpo y órganos, como las rotulas o ciertas sustancias químicas cerebrales similares, entre ellas la adrenalina y la dopamina.
Lo mismo ocurre con la capacidad cognitiva, pues algunas hazañas intelectuales que desarrollan las arañas; como el hecho de planificar desvíos estratégicos con el objetivo de engañar a sus presas, demuestran lo inteligentes que pueden llegar a ser estos animales. De hecho, existen especies de arañas que pueden vivir por muchas décadas al igual que las personas; eso si logran escapar del asecho de los humanos, por supuesto.
Si somos tan parecidos, entonces ¿por qué matamos a las arañas?
De acuerdo por los explicado por Jeffrey Lockwood, existen varios motivos por los cuales nos cuesta sentir empatía por las arañas y una de ellas son las diferentes características separadas, que al juntarse hacen que sintamos repulsión hacia estas especies.
Otra razón por la que matamos a las arañas es nuestro miedo patológico a los insectos con ocho patas. Estudios han revelado que los bebés humanos de cinco meses tienden a sentirse más amenazados cuando ven imágenes de arañas que cuando ven otros organismos distintos. Esto sugiere que nuestro rechazo hacia ellas de cierta manera es innato. Tal vez el haber evolucionado para evitar que toquemos a las especies venenosas haya influido en nuestro comportamiento.
También se tiene la creencia de que esta alerta natural se ve agravada por factores culturales; como, por ejemplo, tener padres que nos inculquen desde pequeños que son criaturas atemorizantes. De igual manera ocurre con las noticias alarmistas y otras representaciones que añaden pánico adicional que inconscientemente influyen en nuestras mentes. Tal es el caso de las películas, pues algunos expertos relacionan el miedo irracional que muchas personas desarrollan por los tiburones con la cinta de 1975 titulada ‘Tiburón’; por lo que no sería descabellado pensar que algo similar ocurra con las arañas.
No obstante, es necesario aclarar que el miedo no es el único factor que está en juego, sobre todo porque no sentimos el mismo rechazo hacia otros artrópodos que son igual o más peligrosos que las arañas.
Una consideración más práctica sugiere que las arañas no expresan emociones que sean fácilmente reconocibles para los humanos, ni hacen ruidos que podamos relacionar; de manera que no somos capaces de distinguir cuando sienten dolor y por ello no sentimos culpa si las llegamos a lastimar.
Sus temibles rasgos físicos
Una de las cosas que causa más impresión al ver una araña son sus rasgos físicos, pues la cantidad de ojos y patas que estas poseen las vuelven bastante aterradoras; incluso hay especies que poseen hasta 12 ojos. Si a esto le añadimos su comportamiento, el cual es considerablemente diferente al que practican la mayoría de los mamíferos; podemos decir que la tensión aumenta. Pues las arañas construyen sus redes para atrapar a sus desprevenidas victimas y luego momificarlas para succionar sus entrañas. Y ni hablar de las que se comen a sus parejas.
A pesar de que los humanos somos parientes lejanos de las arañas, lo cierto es que estamos menos relacionados con ellas que con otras especies animales, como, por ejemplo, los mamíferos. Esto resulta muy problemático, ya que cuanto más tenemos en común con los demás, más compasión deberíamos tener por ellos; cosa que claramente no ocurre con las arañas.
En un estudio realizado en el año 2019 se determinó que la empatía de las personas por las especies disminuyó de acuerdo a la cantidad de tiempo desde que nuestros caminos evolutivos se desviaron. Con lo cual, esta mezcla de miedo puede ser la responsable de haber inhibido fundamentalmente nuestra empatía para cuidar a las arañas; del mismo modo que tales factores marginan a los grupos de humanos minoritarios.