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De acuerdo con investigaciones de la OMS, el 30 por ciento de la población ha padecido o padecerá algún ataque de pánico. Los síntomas más comunes de este trastorno son palpitaciones, sudoración, flojedad de piernas, temblor de manos, náuseas, entre otros.
Las mujeres tienen más probabilidades de sufrir un ataque de pánico que los hombres
Una gran cantidad de investigaciones han demostrado que las mujeres tienen cerca del doble de probabilidades de sufrir un ataque de pánico a lo largo de sus vidas que los hombres.
Un día cualquiera Enrique estaba sentado en la butaca de la sala de cine. Él ha ido a ver una emocionante película con un amigo. De pronto, Enrique empieza a experimentar taquicardia, angustia y sofocos; comienza a sentir mucho calor pero al mismo tiempo está frío y tiene escalofríos. Y piensa que le está dando un infarto o que se está volviendo loco.
Sale del cine y toma un poco de agua. Comienza a sentirse desorientado, después describiría el episodio como si le estuviera fuera de sí. Lo llevan a urgencias del hospital más próximo, donde explica el motivo de su visita, y lo describe como si le estuviera dando un ataque al corazón. Ya la película quedó muy atrás. Luego de un par de horas de pruebas y esperas por fin llega el diagnóstico. El médico de urgencias le dice a Enrique que acababa de sufrir un ataque de pánico.
En ese momento se siente desorientado, incapaz y más aún, se siente temeroso de que la situación se repita. Es posible que usted se sienta identificado con lo que le sucedió a Enrique. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el treinta por ciento de la población ha sufrido o va a sufrir algún ataque de pánico.
A los niños y a los adolescentes también le dan ataques de pánico
La codirectora de la Cátedra VIU-NED de Neurociencia global y cambio social en la Universidad Internacional de Valencia (España), María J. García-Rubio; explicó que cualquiera puede sufrir un ataque de pánico. En el año 2019 fueron registradas 301 millones de personas con diagnóstico de algún trastorno de ansiedad, 58 millones de esos casos eran de niños y adolescentes.
Un ataque de pánico implica sentir un miedo intenso que va desencadenando una serie de reacciones físicas muy alarmantes sin razón aparente. Una de sus principales características es la falta de control de la persona que lo sufre sobre el cuándo, el porqué y el dónde. Un alumno estresado puede sufrirlo días previos a la defensa de su tesis doctoral, aunque también lo puede tener mientras se da un baño caliente relajante varios días después del evento, dijo García-Rubio.
Otro rasgo definitorio de un ataque de pánico es su corta duración. Mientras que otra clase de trastorno de ansiedad, como, por ejemplo, la ansiedad generalizada, son relativamente duraderos y exigen una intervención prolongada, el ataque de pánico dura unos escasos diez minutos. De todas formas, el individuo puede sentir sus secuelas días después a causa del estrés anticipatorio que implica no saber cuándo va a experimentar otro episodio parecido.
¿Qué le sucede al organismo cuando sufre un ataque de pánico?
García-Rubio señaló que, a pesar de que no todas las personas lo viven de la misma manera, los síntomas más comunes son sudoración, temblor de manos, palpitaciones, náuseas, flojedad de piernas, molestias abdominales, mareos, opresión en el pecho, dolor de cabeza, sensación de ahogo y sofocación. Estas son manifestaciones fisiológicas que le advierten al organismo de que existe una amenaza (en este caso es imaginaria) contra su integridad psicológica o física.
Desde un punto de vista psicobiológico, este trastorno supone la puesta en marcha de los procesos implicados en la lucha del cuerpo por la propia supervivencia. Lo que significa que se activa la liberación de cortisol, noradrenalina y de adrenalina; además de otros mecanismos hormonales vinculados con el sistema nervioso autónomo y estructuras subcorticales como la hipófisis y la amígdala.
Este fenómeno también es relacionado con un déficit cognitivo. Algunos estudios han demostrado que haber sufrido un ataque de pánico empeora el rendimiento en funciones como la memoria de trabajo, la velocidad de pensamiento y la atención. Lo que se puede explicar fundamentalmente por el estado de confusión y hasta de despersonalización que implican estos ataques, señaló la experta.
Se trata de una percepción imaginaria
Como se mencionó anteriormente, durante el episodio el individuo siente que se está volviendo loco, que en realidad va a morir o que algo está atentando contra su propia integridad. Pero es una amenaza imaginaria.
Y es justamente esta percepción imaginaria es lo que distingue a los seres humanos de otras especies, como lo explicó el neurocientífico y escritor Robert Sapolsky, el autor del libro “Por qué las cebras no tienen úlceras”. Muchas personas de este siglo viven con miedo a lo que pueda suceder porque nuestras necesidades como casa, afecto, comida, bebida; las que nos garantizan una supervivencia sin apenas costes, pueden ya estar cubiertas hasta antes del nacimiento.
Y tanto es así que varias investigaciones epidemiológicas han logrado demostrar que los ataques de pánico son más comunes en los países occidentales con altos ingresos económicos, subrayó García-Rubio.
¿Quiénes tienen más probabilidades de padecerlos?
No hay una relación causa-efecto entre tener un gen determinado, rasgo de personalidad o carácter y las probabilidades de vivir un ataque de pánico. Aunque sí parece que existe un factor hereditario. También influye el temperamento, una persona altamente sensible o con altos niveles de neuroticismo y autoexigencia tiene más posibilidad de experimentar ese angustioso trance.
Por otro lado, y como ya se mencionó, el género también es una variable determinante. Numerosas investigaciones han demostrado que las mujeres tiene más posibilidades de padecer un ataque de pánico a lo largo de su vida que los hombres. Y la explicación se encuentra en los procesos hormonales cíclicos vinculados con el género femenino: la menopausia es una etapa de máxima suceptibilidad, dijo.
¿Se puede evitar un ataque de pánico?
La imprevisibilidad de este trastorno dificulta su prevención, a pesar de que el paciente que lo ha experimentado al menos una vez puede reducir los niveles de estrés anticipatorio ante la idea de sufrir nuevos ataques. También la persona puede adquirir nuevas habilidades que le permitan manejar el episodio en el caso de que aparezca de nuevo.
Lo que puede alcanzarse combinando terapia psicológica y la administración de medicamentos específicos, aunque hay alternativas como la terapia manual. Lo más importante es que los sistemas de salud se encuentren preparados desde las consultas de atención y las urgencias con protocolos especiales y estrategias de actuación para atender de manera adecuada estos y otros casos relacionados.
Para finalizar, García-Rubio señaló que, quisiera destacar la relevancia de dar visibilidad al ataque de pánico además de otros trastornos de ansiedad como parte de las buenas prácticas profesionales. Extrapolando el dicho que reza “la información es poder” a este contexto, se puede deducir que si alguna persona conoce lo que es un ataque de pánico podrá actuar de manera adecuada en el momento en que lo padezca y, lo más importante, podrá vivir sin temor a que se repita. Y este trabajo es tan significativo como la evaluación y el tratamiento psicológico.