Ya no es raro ver como los insectos en las ciudades y hasta en los campos se van desapareciendo poco a poco. Sin embargo, el fenómeno es el resultado de un proceso muchísimo más grande, de esta manera lo advierte Dave Goulson, el autor de “Planeta Silencioso”.
Estamos ante la extinción de los insectos
El repliegue y la desaparición de varias especies de insectos es una realidad en todo el mundo. Si se conjuga con el cambio climático, las consecuencias para la alimentación de la especie humana y el equilibrio de los ecosistemas son motivos de mucha preocupación. El documento también ofrece una guía práctica para remitir la situación.
Vamos a imaginar por un momento que vivimos en un planeta sin insectos. No se escucharían en las noches a los grillos ni a los búhos que se alimentan de ellos. Por otro lado, los cultivos, las flores y los árboles frutales serían diferentes, las plantas que valoramos se tendrían que polinizar manualmente en tanto no haya abejas para hacerlo, con la consecuencia terrible de la merma enorme de la producción.
Por la falta de escarabajos y moscas, las pasturas se asfixiarían bajo la acumulación de estiércol, sin que estos insectos lo descompongan. Solo se salvarían los mosquitos, los que estarían favorecidos por el cambio climático; y gracias a los mosquitos la malaria se expandiría a las zonas más frías del planeta. Además de los pulgones, que devoran las hortalizas y frutas sin miedo a depredadores, tijeretas y mariquitas, que no existirían.
Un llamado urgente para salvar los insectos
Dave Goulson, quien es biólogo en la Universidad de Sussex, en Reino Unido; augura que este es el crítico panorama que le espera al planeta en pocas décadas si no variamos la tendencia que llevamos. En su libro “Planeta silencioso”, donde describe con mucho detalle como es el apocalipsis en ralentí del mundo de los insectos y aporta una serie de hipótesis acerca de la extinción de ciertas especies y la reducción del resto de las poblaciones.
Seguidamente, se hace un apasionado llamamiento en la defensa de los insectos, justificado en parte por la dependencia que los humanos tenemos de estos animalitos. Sin embargo, también se debe a la devoción que sentimos por estas incríbles criaturas que tienen formas tan diversas de vida. Y por el sentido moral que nos obliga a velar por su existencia en el planeta.
Llevar un exhaustivo control sobre el declive de los insectos no es una tarea fácil. Nadie conoce con exactitud cuántas especies hay en el mundo, aunque se cree que existen unos cinco millones. No es lo mismo percibir que los insectos ya no se estrellan en la misma cantidad contra nuestros parabrisas, y otra cosa muy diferente es probar con cifras su desaparición.
De allí se desprende que el biólogo se apoye en los pocos estudios parciales relacionados con la ausencia de determinadas especies en algunos sitios (los de la mariposa monarca se encuentran entre los más conocidos) para especular con que en el continente europeo el cincuenta por ciento de los insectos habrían desaparecido desde 1970.
Es de esperar que los más escépticos invoquen las inmensas lagunas en la materia para no compartir su alarma. Mientras que los más precavidos verán razón suficiente para tomar acciones sin esperar a completar toda la información sobre el asunto.
¿Por qué salvar a los insectos?
Para poder valorar su importancia, se debe conocer más a estos animalitos. El experto, que también es especialista en abejorros y autor de otros importantes libros de divulgación; no se conforma con elaborar un pronóstico científico y advertir sobre la grave situación.
Unas buena parte de su libro contiene guías prácticas de acción para corregir el rumbo. Allí se encontrará desde consejos para mejorar la vida de los insectos con las plantas que tenemos en los balcones, hasta varias propuestas de un cambio radical en la gestión de los espacios naturales. Y también sugerencias de intervención electoral y parlamentaria.
Al final sus recomendaciones se reducen a una sola, y es el decrecimiento. Su receta consiste en reducir el excesivo consumo humano de alimentos, devolver al estado natural buena parte de los millones de hectáreas de terreno dedicadas a la actividad agroganadera. Además de suprimir los pesticidas y los fertilizantes industriales. Entre otras acciones drásticas, se le ocurre la solución definitiva a la amenaza que el estilo de vida que llevamos representa para nuestro planeta y para los insectos.
La amenaza que representan los insecticidas y los pesticidas
El título del libro de Rachel Carson, “En las huellas”, la autora hace un histórica denuncia del insecticida DDT, Dave Goulson ve en los pesticidas la gran amenaza de la mayoría de los insectos, capaz de penetrar los espacios protegidos y desaparecerlos.
La otra amenaza la representa la expansión de la agroganadería y la urbanización de sitios silvestres. Cada metro cuadrado de bosque talado o humedal secado conlleva la desaparición o el acorralamiento de los hogares de estos animalitos.
También Dave Goulson hace una advertencia sobre las sinergias negativas de estos elementos con el cambio climático, ya que las tormentar, sequías e inundaciones se multiplicarán en perjuicio de la microfauna de las áreas afectadas. Aunque también reconoce que ciertas especies se verán beneficiadas con el calentamiento global.
Por otro lado, el biólogo británico no desaprovecha ninguna oportunidad para enriquecer nuestro conocimiento entomológico.
Goulson habla con muchísimo entusiasmo del rol polinizador de los abejorros y sabe como compartirnos su asombro frente a las hormigas melíferas que guardan el néctar para el deleite de los aborígenes de Australia. O los zánganos que se impregnan del aroma de las orquídeas para ser más sexies. O la mosca que produce espermatozoos veinte veces más largos que su pequeño cuerpo; o las polillas que chupan las lágrimas de las aves dormidas; o los insectos palos que son capaces de copular 79 días seguidos.
En esencia se trata de una lección de educación ambiental urgente en un momento en donde el contacto directo con los insectos se ha reducido a la mínima expresión. Al tiempo que persiste la repugnancia y el rechazo hacia estas pequeñas criaturas que son esenciales para nuestra supervivencia.