En los Emiratos Árabes Unidos está localizada Dubái, y el país desea mostrar al mundo cómo se ha diversificado y transformado su economía más allá del petróleo. La ciudad exhibe enormes rascacielos, centros comerciales llenos de lujo y automóviles de alta gama, que ya son señas de identidad de Dubái.
La transformación de Dubái, de poblado de pescadores a una de las ciudades más lujosas del mundo
Esta ciudad no existía como tal hace apenas unas pocas décadas. Era un poblado de pescadores de perlas y comerciantes, hasta bien entrado el siglo XX el lugar contaba con unos pocos miles de habitantes. Pero Dubái en la actualidad es una de las ciudades más ricas, lujosas y más visitadas de todo el mundo. En lo que va de año, Dubái ha recibido cerca de catorce millones de personas, a las que se sumarán las casi 90.000 personas más que están acreditadas para la COP28, que entra este 08 de diciembre en su última y decisiva semana.
El hecho de que esta ciudad de rascacielos y excesos urbanísticos, regada con dinero proveniente del petróleo, reciba en estos momentos el mayor encuentro mundial para luchar contra el cambio climático, no ha dejado de sorprendernos desde su elección como sede anfitriona ocurrida el año pasado. También ha sido bastante controvertida la elección del director de una compañía petrolera como presidente de la cumbre climática, contradicciones que se suman a las impresiones más cotidianas de muchos de los participantes de la COP28 al llegar a esta ciudad en pleno desierto, con una temperatura que no baja de los veinte grados en diciembre o con una calidad del aire muy mala.
No obstante, al organizar esta cumbre, Emiratos Árabes Unidos busca mostrar al mundo su enorme transformación en los últimos años, en especial la diversificación de su economía más allá del petróleo y el gas, además de alardear de una ciudad abierta, moderna y tolerante. El país árabe además quiere mostrar un protagonismo diplomático renovado, no solo fundamentado en acuerdos comerciales sobre el petróleo. Los resultados de la COP28, que termina oficialmente el próximo martes, mostrarán si el Dubái ha conseguido sus objetivos.
Lujosos automóviles de alta gama e iluminadas súper autopistas
Esta ciudad es, ante todo, una lugar de contrastes. En uno de los países con mayor renta per cápita del planeta, el dinero se siente en prácticamente cada esquina de Dubái. O al menos, en la fachada que la urbe muestra al visitante. Todas las autopistas se encuentran perfectamente iluminadas de principio a fin, y los autos (por lo general costosos y de gran cilindrada) están en el centro de todo.
Más que calles, las carreteras son vías con numerosos carriles, que muchas veces están atascadas (aunque el tráfico está muy lejos de ser tan caótico como en otras urbes de Oriente Medio). Las distancias son gigantescas e inasumibles para el peatón. Entre las callejuelas de lo que era el núcleo originario de la vieja Dubái hasta las instalaciones de la COP28 hay más de cincuenta kilómetros.
Y entre medias de una y otra calle, se alternan megalómanos edificios de oficinas, concesionarios de coches de lujo y decenas de centros comerciales, auténtico corazón de la vida social en una urbe adicta a las compras. En el gigantesco Mall of Emirates, el segundo centro comercial más grande del mundo, se encuentra una pista de esquí, un lugar que ejemplifica a la perfección estos contrastes, en la ciudad: dentro de las instalaciones de la pista las temperaturas no suben de los cero grados, mientras que fuera, pueden perfectamente pasarse meses alrededor de los 45 ºC.
Dubái es la ciudad que más rápido ha crecido
Desde finales de la década de los 90 y sobre todo a principios de los 2000, esta era una de las ciudades que más rápido crecía del mundo. En aquel entonces Dubái inauguró el Burj Al Arab, uno de los hoteles más lujosos del planeta y el Burk Khalifa, el rascacielos más alto del mundo, de 826 metros, en el año 2006, además de adentrarse en proyectos faraónicos como las Palmeras (unas enormes penínsulas artificiales con forma de este árbol que, de completarse, aumentarían en quinientos kilómetros la línea de costa). También se puede mencionar The World, un conjunto de islas artificiales que reproducen el mundo en miniatura (aunque este proyecto parece haber fracasado debido a la erosión de las islas).
Los Emiratos Árabes Unidos había tomado conciencia de que el maná negro del petróleo tenía su fin, y decidió actuar rápido para dirigir su economía hacia el comercio, las finanzas o el turismo. El petróleo representaba el 50 % del PIB de la ciudad, mientras que en la actualidad apenas ronda el 1 %, de acuerdo con los datos del think tank Carbon Tracker.
Uno de los destinos preferidos por los millonarios
Una de sus principales apuestas ha sido la de convertir a Dubái en un hub aéreo internacional, con un gran aeropuerto que conecta las ciudades Europa con Asia y Oceanía, y con una empresa de bandera: Emirates (controlada por el Estado), que opera una de las mayores flotas de aviones de gran fuselaje en el mundo. La gran capacidad aeroportuaria y de alojamiento de Dubái ha sido una de las razones por la cual la cumbre del clima de este año ha sido la más numerosa de todas las que se han realizado hasta los momentos, triplicando el número de asistentes a la última cumbre, celebrada en Egipto.
El lujo es otro gran motor de esta ciudad. Aquí han desembarcado las cadenas hoteleras más exclusivas del planeta, y las tiendas más opulentas están en cada centro comercial de Dubái. La ciudad atrae a millonarios de todo el mundo, y de manera especial a indios, chinos o rusos. Como curiosidad, en el lujoso Mall of Emirates, los carteles están en estos dos últimos idiomas, además de árabe e inglés.
La realidad de los trabajadores migrantes, la otra cara de Dubái
La ostentosa riqueza que se observa en esta ciudad tiene que convivir con la realidad de los miles de trabajadores inmigrantes que sostienen su economía. En un país donde solo el 10 % de la población es emiratí, la gran mayoría de trabajos son realizados por extranjeros (la mayoría de ellos provienen del sur y sureste de Asia, como pakistaníes, indios, bengalíes), que tienen muy difícil acceder a la ciudadanía del país árabe y por tanto a los muchos beneficios que proporciona Dubái, como sanidad y educación gratuita, o subvenciones a la vivienda.
En lugar de los autos de lujo, para recorrer las grandes distancias de la urbe muchos de estos extranjeros andan en bicicletas, pequeñas motos o usan el moderno metro, que se inauguró en el año 2009 y que funciona con altas frecuencias, aunque repleto en horas picos. Otro detalle que ilustra la idiosincrasia de Dubái es que muchas de las paradas del metro tienen nombre de bancos, compañías y centros comerciales.
Gran parte de esta población vive sin ponerle atención a la cumbre. “¿Qué es eso de la COP28?“, pregunta Sarah, una trabajadora de Kenia que labora en un centro comercial. Mientras, Clarice, una mujer de Filipinas, sí que sabe que aquí se está celebrando la conferencia de Naciones Unidas, dice: “Muchos amigos han trabajado allí“, construyendo las instalaciones. Coinciden así las dos caras de la ciudad, la gente que organiza la cumbre, y la gente que trabaja para que este encuentro mundial, como tantos otros proyectos emblema de Dubái, sean una realidad.