Las cicatrices que nos dejó la pandemia de covid-19

A cuatro años de la pandemia por covid-19 persiste su impacto que afecta a muchas personas que se sienten agotadas y solas. Por otro lado, los expertos se encuentran preocupados por la pérdida de interacción informales no planificadas.

Pérdidas en tiempo de covid-19 que aún duelen

En el momento en que Jessica Hernández perdió a su mejor amiga de la universidad a causa de un cáncer en abril de 2020, solo pudo asistir al funeral de la única forma en que las autoridades (en plena etapa de confinamiento por la pandemia) se lo permitieron: por medio de Zoom. El dolor de Jessica se mantuvo presente mientras se reducían tanto las tasas de mortalidad por covid-19 como el estado de emergencia a nivel mundial, introduciendo a la gente lentamente a una era de convivencia con el coronavirus.

Jessica solo comenzó a sanar su dolor cuando por fin pudo hacer el duelo con sus amigos personalmente. Sin embargo, el proceso ha sido lento. En su condición de trabajadora social licenciada y terapeuta de traumas que tiene Hernández, ha notado que muchos de sus pacientes han vivido una angustia prolongada parecida a la que ella misma experimentó, una angustia exclusiva de los últimos 4 años.

Es normal que todas las personas que vivieron experiencias explícitamente traumáticas durante el confinamiento como la experiencia de Jessica Hernández, les resulte más fácil empatizar y verse reflejadas en esa sensación de dolor persistente.

El covid-19 les dejó a muchas personas una soledad omnipresente y acentuada

Sin embargo, a 4 años de haber producido la pandemia por covid-19, ha llamado la atención a los expertos un nuevo fenómeno. Y es que hasta las personas que no perdieron a sus seres queridos, sus medios de vida o su salud (con patología crónicas como, por ejemplo, la covid larga) continúan lidiando con una sensación vaga y difusa de malestar.

Los científicos aseguran que esta angustia ambigua se ha venido manifestando en una soledad omnipresente y acentuada, además de unos lazos con la comunidad cada vez más débiles y una capacidad social mermada. Una sensación en la que las llamadas a seguir adelante y regresar a la normalidad son justamente lo que más hace imposible que se lleve a cabo la tarea de volver a la normalidad.

Un estado de agitación provocado por los traumas del covid-19

A pesar de que no es posible establecer de manera explícita la causa y efecto de los últimos años de confinamiento y aumento de enfermedades, condiciones meteorológicas extremas, agitación geopolítica e inflación, queda totalmente claro que el panorama emocional del ciudadano medio está en la actualidad en estado de agitación. Y la en la sociedad estadounidense encontramos un buen ejemplo.

Según una encuesta de 2022 llevada a cabo por la Asociación Americana de Psicología, se reflejó que un tercio de los ciudadanos en los Estados Unidos consideraba que el estrés les abrumaba completamente la mayoría de los días. Mientras que, en una posterior encuesta, cerca de la mitad de los participantes declararon estar más ansiosos en este año que durante el año pasado. Por otro lado, un tercio de los estadounidenses asegura sentirse solo al menos una vez a la semana, y un 10 % se siente solo todos los días.

En este sentido, Jessica Finlay, quien es geógrafa de la salud y ha venido siguiendo una cohorte de siete mil estadounidenses mayores en los 50 estados del país desde 2020 con la intención de rastrear las formas en que se han enfrentado a la covid-19, observa que esta angustia como una parte del legado emocional del encierro. Explicó que la gente se volvió hacia adentro, hacia amigos cercanos y miembros de la comunidad para capear el temporal, confiando en ellos mientras se cerraban al mundo exterior.

Un círculo vicioso social

La terapeuta Naomi Altman, advirtió que esa postura protectora de las personas tiene consecuencias. Cuando la gente tiene miedo, se vuelve simple, se cierra a las conexiones que son necesarias, aseguró. Incluso mucho tiempo después de que el confinamiento haya remitido, muchas personas en Estados Unidos parecen continuar luchando contra este círculo vicioso social. La psicóloga clínica Robin Fox dijo que ve a personas en conflicto con el deseo de estar menos solas, de conocer gente, pero que continúan sintiéndose muy nerviosas y ansiosas por salir y hacerlo.

Los jóvenes y adolescentes parece que es la parte de la población que lo está pasando especialmente mal. En una reciente investigación piloto separada de su cohorte principal, Jessica Finlay halló los niveles más altos de aislamiento y soledad en los participantes de 15 a 20 años. Sin embargo, esta combinación de disminución de la batería social e incremento de la prensión, que la investigadora llama “atrofia el músculo social”, está registrándose en individuos de todas las edades.

Fox, Altman y Hernández también pudieron notar que ahora a sus pacientes les cuesta relajarse, que están en hiperalerta ante el peligro, y que experimentan dificultades para regular sus emociones y cambios de humor constantes.

Señales de un trauma no procesado

En tal sentido, Sam Silverman, terapeuta matrimonial, aseguró que todos estos síntomas son señales típicas tanto de un agotamiento del sistema nervioso como de un trauma no procesado, en el que la hirpervigilancia y la angustia prolongadas conllevan a un agobio y cansancio permanentes.

Dicha angustia al parecer se correlaciona con el aumento de la adicción: los estudios muestran que los problemas de salud mental representaron el motivo más común de casos de abuso de alcohol y otras sustancias durante la pandemia por covid-19. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, CDC, las muertes anuales a causa de sobredosis no han dejado de aumentar desde el año del inicio de la pandemia, del mismo modo que las llamadas a la línea de atención al suicida 988.

Consecuencias en el ámbito laboral

Fox señaló que una persistente consecuencia que nos dejó la era del confinamiento es que nos enseñó a temer a otras personas. Concretamente, a Finlay le preocupa la pérdida de lo que los sociólogos llaman “vínculos débiles”, interacciones no planificadas e informales que, de acuerdo con décadas de datos, están asociadas a una mayor satisfacción vital y hasta a una mayor esperanza de vida.

Finlay dijo que es más probable que los vínculos débiles tiendan puentes entre las diferencias de edad, etnia, raza, política u otras, lo que indica que su pérdida tiene implicaciones cívicas y puede ayudar al aumento de los conflictos públicos y a una mayor polarización política en la sociedad. Y que las personas dicen que ahora no pueden o se niegan a relacionarse con familiares o amigos que piensan de manera distinta, una intolerancia que jamás se había experimentado.

Los cambios sísmicos en la cultura del trabajo en Estados Unidos desde el año 2020 también representan una amenaza para estos vínculos débiles.

En mayo de este año, cerca del 40 por ciento de los estadounidenses trabajó desde casa al menos un día a la semana, mientras que un 26 por ciento lo hizo a distancia, esto es 5 veces más que antes del covid-19, de acuerdo con Nick Bloom, economista de la Universidad de Stanford. Los datos dicen que el cambio ha sido “abrumadoramente positivo”, pero también ha representado una transformación cultural que tiene a las compañías luchando por ponerse al día.

Los mensajes de “vuelta a la normalidad” están rodeados de peligro

Silverman dijo que los mensajes generalizados que animan a la gente a actuar como si todo hubiera “vuelta a la normalidad” pueden ser en sí mismos de trauma. Debido a que muchos se sienten más cómodos hablando de vivencias difíciles una vez resueltas y “en tiempo pasado”.

Esa dinámica además puede reforzar la reacción emocional, y con frecuencia política, contra las personas que siguen llevando mascarilla; y es que ya en la mayoría de los estados de EEUU se está planteando prohibir completamente el uso de tapabocas, una medida que conllevaría graves consecuencias en medio de oleadas de infecciones y riesgo de covid larga.

Jessica Finlay halló un mayor riesgo de ansiedad y depresión en las personas de su cohorte que siguen practicando la precaución relacionada con el coronavirus. En sus encuestas, hay quienes dicen sentirse aislados y abandonados viendo cómo el resto de la gente parece olvidar lo que para ellos está dolorosamente presente.

Miles Griffis, cofundador de “The Sick Times”, dijo que, con el fin de las directrices de salud pública y el aumento del estigma de la mascarilla, muchas personas se ven obligadas a aislarse todavía más, una sensación parecida a la de estar “encerrado fuera de la sociedad”.

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