Una investigación realizada en el Hospital del Mar revela que seguir una dieta saludable, como la mediterránea, podría disminuir en un 16 % las probabilidades de padecer depresión. No todas las curas se encierran en un frasco de jarabe o en una caja de pastillas.
¿Cómo influye una dieta saludable en la salud mental?
La investigación científica respalda que adoptar un estilo de vida saludable con hábitos como una alimentación equilibrada, actividad física regular, la abstinencia del tabaco y un descanso reparador puede ser una poderosa barrera contra enfermedades cardiovasculares, cáncer, obesidad y diabetes, entre otras adversidades. Sin duda, emerge con fuerza la evidencia de que adoptar hábitos saludables actúa como un escudo formidable contra las adversidades de los trastornos mentales. Un análisis realizado por el Instituto de Investigación del Hospital del Mar revela que seguir una dieta saludable, como la mediterránea, puede disminuir en un 16 % la probabilidad de sufrir depresión.
Investigaciones adicionales han revelado hallazgos similares en relación al ejercicio físico aquellos que se mantenían activos tenían hasta un 21 % menor riesgo de sufrir de depresión. El psiquiatra Víctor Pérez resume que la clave para una vida saludable radica en varios pilares, mantener una rutina de ejercicio, seguir una alimentación balanceada, alejarse de sustancias nocivas, rodearse de un buen círculo de apoyo y respetar los ciclos naturales del cuerpo. Estos elementos actúan como importantes defensores de nuestro bienestar.
Los hábitos saludables actúan como un escudo protector, ayudando a evitar la manifestación de síntomas que podrían llevar a la aparición de trastornos mentales complejos. La clave para una buena prevención radica en seleccionar sabiamente a nuestros progenitores, ya que son ellos quienes definen tanto nuestro código genético como el entorno en el que nos desarrollamos. Sin embargo, al no poder llevar a cabo eso, contamos con una serie de hábitos saludables que actúan como nuestros defensores. No son una garantía, y no podemos afirmar que una persona con una dieta equilibrada esté libre de la tristeza. Sin embargo, la suma de estos elementos potencia la protección, aclara Pérez, jefe del departamento de Psiquiatría en el Hospital del Mar de Barcelona.
Conexión entre una dieta saludable, el intestino y el cerebro
Aunque las conexiones entre la dieta y la salud mental no han sido objeto de un exhaustivo análisis, ya se cuentan con varios estudios que indican una tendencia prometedora en esta área. Un estudio reciente realizado por el Instituto de Investigación del Hospital del Mar, y que ha visto la luz en la prestigiosa revista EuropeanJournal of Nutrition, examina cómo cuatro distintas dietas saludables la mediterránea, una vegetariana, la recomendada por la Organización Mundial de la Salud y una diseñada para prevenir la hipertensión influyen en el riesgo de desarrollar depresión.
El estudio reveló que seguir cualquiera de esas dietas actúa como un escudo contra la depresión, siendo la dieta mediterránea la que brilla con mayor intensidad en este aspecto. Gabriela Lugon, la mente detrás de este fascinante estudio, propone diversas hipótesis que podrían arrojar luz sobre esta conexión intrigante. En primer lugar, tenemos el intrigante eje intestino-cerebro, una autopista de comunicación de doble sentido que conecta el tracto intestinal con el sistema nervioso central. Este fascinante enlace podría estar en el origen de diversas patologías.
La alimentación que elegimos juega un papel crucial en la salud de nuestro microbioma, esa fascinante comunidad de microorganismos que habita en nuestro intestino y que impacta tanto en nuestro bienestar como en nuestra propensión a enfermedades. Desde ese punto, se comienza a absorber una variedad de nutrientes, aminoácidos y otras moléculas esenciales, que se transforman en proteínas y neurotransmisores vitales para el funcionamiento del organismo. Si se perturba la conexión entre el microbioma, el intestino y el cerebro, esto tendrá un impacto significativo en la aparición de estas enfermedades, señala Lugon. Otra teoría que sugiere la investigadora está vinculada a la función de la inflamación.
Enfermedades asociadas a hábitos alimenticios inadecuados
Nuestro cuerpo está entrelazado en una red de tensiones que afectan su funcionamiento. Peréz, quien no ha estado involucrado en la investigación de Lugon, profundiza en este fenómeno y destaca que la depresión, por ejemplo, es una condición que guarda estrecha relación con procesos inflamatorios. Mientras que la dieta saludable promueve el bienestar, los hábitos alimenticios occidentales contemporáneos, cargados de carbohidratos, azúcares y productos ultraprocesados, tienden a alimentar un estado de inflamación en nuestro cuerpo.
En este contexto, un estudio revelado en febrero puso de manifiesto que el peligro de sufrir depresión aumentaba notablemente cuando los alimentos ultraprocesados representaban más del 30 % de la ingesta diaria de un individuo. Los especialistas subrayan que numerosas enfermedades asociadas a hábitos alimenticios inadecuados están estrechamente conectadas con el surgimiento de problemas de salud mental. Y, al igual que un torrente de eventos interconectados, unos se convierten en puentes que unen a los otros. La obesidad y la depresión mantienen una intrincada conexión en la que cada una influye sobre la otra, formando un ciclo complejo.
Según el estudio de Lugon, la alimentación juega un papel crucial en el control del peso corporal, actuando como un hilo conductor en esta relación causal. En un revelador artículo de 2020, Joseph Firth, investigador en la Universidad de Manchester, señalaba que las dietas ricas en alimentos con un alto índice glucémico pueden elevar el riesgo de desarrollar diabetes, una enfermedad que frecuentemente coexiste con la depresión. Y añadía que aunque los modelos predominantes que explican el origen de la diabetes y las enfermedades mentales son distintos, las similitudes notables en la resistencia a la insulina, el volumen cerebral y el funcionamiento neurocognitivo en ambos casos apuntan a la intrigante posibilidad de una fisiopatología compartida.
Bienestar emocional
Joaquim Raduà, psiquiatra en el Hospital Clinic-IDIBAPS, se ha sumado a un innovador estudio que tiene como objetivo desarrollar directrices sólidas para mitigar la ansiedad y los síntomas de la depresión. Después de examinar detenidamente la información de cerca de mil individuos, los investigadores llegaron a la reveladora conclusión de que minimizar la exposición a noticias agobiantes, adoptar una alimentación sana y balanceada, disfrutar del aire libre y practicar ejercicio regular son las prácticas más vinculadas a la disminución de los síntomas de ansiedad y depresión. El cambio más notable lo experimentamos al adoptar una alimentación equilibrada, no solo aliviaba los síntomas de ansiedad de inmediato, sino que también brindaba una mejora duradera en nuestro bienestar emocional.
No se trata de un milagro, pero puede ofrecer un alivio notable para quienes experimentan síntomas leves, aclara. A pesar de las evidencias que resaltan el poder de una alimentación balanceada en la protección del cerebro, la comunidad científica reconoce que aún queda un largo camino por recorrer para desentrañar cómo la dieta y la nutrición afectan realmente nuestro órgano cerebral. La necesidad de profundizar en esta comprensión es más vital que nunca.
La actividad física y excelencia en el descanso
En su estudio, Firth y su equipo subrayan que las causas de las enfermedades mentales son diversas y complejas, manifestándose y perdurando a menudo, sin depender necesariamente de la nutrición y la dieta saludable.
Un estilo de vida activo, a través del ejercicio físico, se presenta como una poderosa estrategia para prevenir trastornos mentales. Un análisis de estudios indicó que los adultos que cumplían con las pautas de actividad física recomendadas tenían alrededor de un 25 % menos de probabilidad de experimentar depresión. Sorprendentemente, aquellos que se mantenían activos con solo la mitad del ejercicio sugerido también gozaban de un 18 % menos de riesgo.
Un hallazgo crucial
Basándose en los análisis de las cohortes examinadas en este estudio, los autores afirmaron que si los adultos con menor actividad física hubieran cumplido con las recomendaciones vigentes, se podría haber prevenido un 12 % los casos de depresión. La calidad del sueño es un factor fundamental que impacta de manera significativa en nuestra salud mental. Según señala Pérez, lo fundamental no es solo la cantidad de horas que duermes, sino los ritmos que estableces. Por ejemplo, levantar y acostarte a la misma hora puede marcar la diferencia. Un exhaustivo metanálisis que abarcó cinco décadas de estudios sobre la falta de sueño ha descubierto que cualquier tipo de privación, ya sea una noche sin dormir, puede resultar muy dañino.
Una reducción en las horas de descanso o el desasosiego de un sueño interrumpido, genera alteraciones en nuestro estado emocional al despertar. Los hallazgos más notables apuntan a una significativa disminución en la sensación de bienestar y un alarmante aumento en la ansiedad.
Conexión entre la privación del sueño y los trastornos psiquiátricos
Un equipo de investigadores de la Universidad de Manchester ha puesto de relieve un hallazgo crucial, la falta de sueño emerge como un factor determinante y modificable en nuestro estilo de vida. Con metaanálisis a gran escala como respaldo, se han trazado conexiones claras entre la privación del sueño y múltiples trastornos psiquiátricos.
Además, estudios de resonancia magnética aportan evidencia que sugiere un vínculo causal, especialmente en el caso del trastorno bipolar. Y además, señalan que las investigaciones revelan que los trastornos del sueño elevan notablemente la probabilidad de que las personas con enfermedades mentales experimenten pensamientos o conductas suicidas. En un fascinante estudio que abarcó a 8,000 jóvenes preadolescentes, se descubrió que los trastornos del sueño a la edad de 10 años se relacionan con un aumento significativo en el riesgo de pensamientos y conductas suicidas en los dos años siguientes.