Cerca de novecientas mil personas padecen de fatiga crónica en España. Ciertos cambios en las bacterias intestinales podrían ser la explicación de los síntomas de este síndrome.
En España alrededor de 900.000 personas sufren de fatiga crónica
La profesora Beatriz Carpallo Porcar, quien es docente en los grados de Fisioterapia y Enfermería de la Universidad San Jorge e investigadora sobre Condición Post Covid en el Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón en España; explicó las posibles causas de la fatiga crónica en un artículo que publicó recientemente.
Tomando como ejemplo un testimonio real de una paciente con este síndrome, una patología que padecen entre el 2 y el 6 por ciento de la población de países desarrollados y aproximadamente 900.000 en el país ibérico. En este caso, la afección apareció luego de una infección por SARS-CoV-2.
A pesar de que la causa no está todavía claramente establecida, la fatiga crónica afecta a pacientes diagnosticados con fibromialgia y a muchas personas con condición post-covid, definición oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para lo que además es denominado covid persistente.
La fatiga crónica es un mal verdadero y presenta muchos síntomas
Por mucho tiempo, varios expertos sanitarios han dudado de su existencia y hasta continúan haciéndolo hasta la actualidad, debido a la falta de biomarcadores para lograr diagnosticarlo. Lo que hace aún más difícil su tratamiento y los pacientes tampoco comprenden lo que les ocurre.
No obstantes, el síndrome de fatiga crónica es conocido desde hace bastante tiempo. Esta patología es detectada cuando dura más de 6 meses (hasta varios años) y no tiende a mejorar con reposo. Además del cansancio, la fatiga crónica suele aparecer con otros síntomas como, por ejemplo, el malestar posterior a la ejecución de un esfuerzo, la neblina mental, dolores de cabeza, en los músculos o en las articulaciones además de un bajo estado de ánimo.
La aparición de alteraciones cognitivas y emocionales han podido influir para que algunos profesionales sanitarios aseguren que se trata de un problema únicamente psicológico, aunque esto no es cierto. Ya que, a nivel fisiológico, el síndrome de la fatiga crónica está asociado con un incremento de sustancias proinflamatorios en el cuerpo por una activación exagerada del sistema defensivo de las personas.
Desde hace bastante tiempo los investigadores además vienen relacionando la fatiga crónica con una alteración del microbiota intestinal, el ecosistema de microorganismos que viven en los intestinos. Este se nutre de lo que la gente come y como respuesta generan sustancias útiles y necesarias para la salud de las personas.
Y como se verá a continuación, el desequilibrio del microbiota intestinal podría ser la explicación de los síntomas cognitivos y emocionales que caracterizan al síndrome de la fatiga crónica.
La neuroinflamación puede ser bastante grave
Si el cuerpo presenta altos niveles de inflamación, esto puede facilitar que las sustancias proinflamatorias sean capaces de llegar al cerebro y modificar la acción de la microglía (son células que colaboran con las neuronas). Lo que puede desencadenar una serie de cambios inflamatorios en el cerebro.
Debido a que el cerebro no tiene receptores de dolor, es decir que no duele; la inflamación se manifiesta de varias maneras, a través de niebla mental, depresión, somnolencia, cansancio, fatiga, disminución de la velocidad de pensamiento, falta de motivación, entre otros síntomas. Estas son manifestaciones que corresponden a los síntomas que refieren los pacientes con fatiga crónica con altos niveles de inflamación.
A pesar de que los mecanismos todavía no están del todo claro, se sabe que cambios en el microbiota podrían provocar daños en el sistema inmune de la persona, que neuroinflamaría el cerebro. De tal manera que es bastante posible que los mencionados síntomas mentales se vinculen con lo que sucede en el intestino, como señalan cada vez más científicos.
La hipermeabilidad puede estar asociada con la inflamación que presentan los pacientes con fatiga crónica
De tal modo que una investigación que fue llevada a cabo en la Universidad de Cornell, en Nueva York (EEUU), demostró que los pacientes que manifiestan fatiga crónica no solo presentaban un microbiota reducido y alterado, sino que además presentaban una mayor permeabilidad intestinal. Esta hipermeabilidad pudiera estar relacionada con la inflamación que presentan los pacientes.
En este sentido, un estudio que se llevó a cabo el año pasado halló que la proliferación de ciertas bacterias en el intestino es capaz de desencadenar de igual forma alteraciones cognitivas. Lo cual viene a reforzar la teoría de la implicación del eje intestino-cerebro, además de la acción de la neuroinflamación. Tanto así, que otro estudio concluyó que el microbioma intestinal y pulmonar juegan un papel clave en el desarrollo y el tratamiento de la condición post-covid.
Van apareciendo más evidencias
Ciertamente, una revisión sistemática realizada en el año 2018 no pudo establecer ningún tipo de relación entre el microbiota y el síndrome de la fatiga crónica. Esto puede explicar porque muchos estudios no habían valorado la enorme cantidad de fármacos que toma la gente afectada con el síndrome, capaces de alterar la comunidad de microorganismos que vive en los intestinos de las personas.
Aunque en el mismo 2018, una investigación que fue publicada en la revista “Frontiers in Microbiology” lo desmentía, relacionando dos clases de microorganismos (de los géneros “Paraprevotella” y “Ruminococcaceae UCG_014”) con el riesgo de padecer fatiga crónica.
A lo que se debe sumar además otra investigación de 2018 que fue publicada en la revista “Cell Host & Microbe”, que halló una menor diversidad en el microbiota de los enfermos; en especial de bacterias productoras de una molécula denominada butirato.
Dichos cambios en el microbiota pueden corresponder a la ingesta de fármacos, a la alimentación e incluso a haber padecido alguna infección de determinados virus o bacterias.
Qué se puede hacer para mejorar el ecosistema del microbiota
Ciertamente cada quien tiene su propio ecosistema de microorganismo y también es verdad que debe analizarse de manera individual. Sin embargo, hay ciertos probióticos (como los abundantes en “Bifidobacteria infantis” de la cepa 35624) que parecen provocar la reducción de la inflamación.
Por otro lado, es importante tener en cuenta que el estilo de vida también influye. Beatriz Carpallo Porcar señala que los expertos recomiendan hacer actividades al aire libre, respetar los ciclos de vigilia-sueño, reducir el consumo de antibióticos y antiácidos y disminuir el estrés, todo esto ayuda a mantener sana nuestro microbiota.
Y en relación a la alimentación, la profesora recordó que se suele recomendar la disminución del consumo de alimentos ultraprocesados, gluten y azúcares. Además del aumento de la ingesta de frutas, verduras y pescado azul (que es rico en omega-3).
Para finalizar, Beatriz Carpallo Porcar dijo que parece que se está abriendo un campo de investigación con posibles soluciones. Sin embargo, también existen muchas dudas pendientes de resolver, recordó la docente.